miércoles, 20 de febrero de 2013

LA MUERTE: ESCUELA DE VIDA


“Aprende a vivir y sabrás morir bien” (Confucio)
Está presente en nuestra vida diaria, unida a todos los actos de nuestra existencia. La muerte ocupa el rincón más oscuro de nuestros temores, desafiando nuestros sueños e igualando a todos los seres humanos en un mismo destino inexorable. 
La vemos de reojo pero no la miramos de frente, pues a pesar de su realidad consustancial a nuestra existencia tratamos de alejarla de nuestra conciencia. Es la “innombrable”, la que nos obliga a hacer uso de eufemismos para no poner en nuestra boca su nombre maldito. Pero está ahí, queramos o no, la reprimamos en nuestro inconsciente o la pintemos de cálidos colores para sosegar el miedo que nos hiela el alma. Muerte que va unida al dolor como acompañante maldito. 
Al final de nuestras vidas nos tendremos que encarar con ella, solos, sin que cuente en ese momento lo mucho o nada que hayamos tenido en nuestra corta existencia. Es el Acto Sublime. El Velo de Isis que se abrirá para nosotros en un acto íntimo de comunión con la eternidad.
DIOS Y LA MUERTE
Hace años tuve que acompañar en su agonía a Verónica, por expreso deseo de ella y de su madre.Verónica falleció en un hospital de Vigo con diecisiete años de edad, víctima de un cáncer terminal que se la llevó en tres meses. Mientras se iba "apagando" conversaba conmigo en largas tardes y noches de dolor y amistad. Ella marcó mi vida desde entonces. Me enseñó a vivir la vida gracias a la dignidad conque afrontó su muerte. 
Escribo con lágrimas en los ojos, recordando a este ángel de luz que me enseñó tanto reafirmando mi fe. 
La muerte es la creadora de refugios espirituales que tratan de sosegar el terror que desencadena su infinita verdad. Ha servido para serenar el alma abrazados a las múltiples creencias que se han ido construyendo con el cincel de la soledad y con el martillo del miedo, dando forma a diversos ritos que nos ayudan a reconciliarnos con la Parca y que llenan el vacío de un más allá ignoto. 
Pero en este artículo no voy a hablar de Dios, cielos o infiernos. Voy a apelar a nuestra madurez humana para “vivir en la vida la realidad de la muerte”. No es una práctica sádica que sirva para alimentar un sentimiento morboso; nada más lejos de la realidad. Es una forma sencilla y sana de higiene mental, de permitir que todos nuestros actos estén llenos de plenitud, de sentido y de conciencia. Eso se puede conseguir si en lugar de huir de la muerte nos enfrentamos a ella como lo que es: parte de la vida que puede incluso potenciar nuestra capacidad para disfrutar de cada uno de nuestros actos. 
Cada persona es libre de seguir manteniendo su fe: creyente o ateo, agnóstico o “disidente teológico”.
Soy sacerdote anglicano, además de profesor de yoga tibetano y filosofía budista; mis "creencias", examinadas a la luz de la conciencia, mantienen la coherencia entre ellas sin fisuras. Pero lo que es válido para mi no tiene porque serlo para los demás. Por eso intentaré ir más allá de mi fe para abrir la mente sin prejuicios en un salto reflexivo. 
EL MÁS ALLÁ... DESDE EL MÁS ACÁ
Muchas personas me hacen preguntas sobre “el más allá”. Quieren que les ratifique lo que en los libros del Dr. Raymond Moody todos podemos leer: “El túnel, la luz al final del mismo, una presencia inefable que los llena de paz y amor…” El libro se titula "Vida después de la vida" y ha llenado de esperanza a muchos de sus lectores. No entro a analizar su rigor científico, solo lo que ha supuesto como fenómeno social y religioso.
Otro investigador, el Dr. Kenneth Ring, es el autor de "La senda hacia el Omega", otro libro que estudia y recopila cientos de “Experiencias Cercanas a la Muerte” (ECM) desde una perspectiva científica.
Y no debemos olvidar a la Dra. Elizabeth Kübbler Ross, una psiquiatra que ha ayudado a morir a muchas personas y que ha desmitificado desde la medicina científica los falsos tópicos que rodean a la muerte.
Pero hay alguien que trasciende a los autores mencionados y que en mi caso me ha ofrecido otra visión sobre como afrontar la muerte y sus estados preliminares. Se trata del maestro budista Sogyal Rimpoché. 
Sogyal nos enseña a morir desde el “más acá”, para iluminar nuestras vidas con una mayor paz, sabiduría y serenidad. No nos habla de paraísos, de presencias angelicales o de místicas visiones. Nos habla de tu a tu, con una claridad encomiable y una calidez humana digna de un hombre que ha dedicado su vida al estudio de la conciencia y de la muerte. Su obra cumbre es "El libro tibetano de la vida y de la muerte". Como ser humano, clérigo anglicano y estudioso de las filosofías budistas me ha ofrecido un método que puede ser aplicado desde la atalaya de cualquier doctrina, sin menoscabo de la creencia que la sustenta. 
El Budismo Tibetano orienta al ser humano para que viva la muerte con plena conciencia. Para ello nos prepara en esta vida (el “más acá”) a través de la meditación y de los actos compasivos hacia los demás, en una vida que tiene como motor una ética intrínseca a cada acto diario. 
MUERTE BUDISTA
El Budismo nos enseña que todo es impermanente. Nada permanece aquí para siempre. Todo fluye a cada instante en un cambio irrefrenable. Nada "es" por si mismo, pues estamos compuestos de “agregados” diversos que juntos nos dan una ilusoria sensación de unidad. Pero no es así y la muerte se encargará de demostrarlo.
No me voy a centrar en los estados intermedios o “bardos” y de los rituales funerarios budistas. Nos vamos a centrar en la importancia de la meditación sobre la impermanencia y de llevar en esta vida un código ético para “desapegarnos” y dejar de mirar exclusivamente nuestro ombligo, para abrir los ojos y las puertas de la compasión a los demás. De esta forma nuestra vida adquiere otro sentido y la empezaremos a vivir más plenamente, despareciendo así poco a poco la “náusea del vacío existencial” y el miedo visceral al fin de nuestra vida, porque el miedo nace y se alimenta de los apegos egoístas.
Debemos aprender a “sentir” la muerte de los demás, aunque no los conozcamos, para enviar nuestra compasión hacia esos seres en una íntima y trascendente oración personal. Debemos sensibilizarnos con el dolor de la humanidad, de toda la humanidad y de todos los seres sintientes, para incrementar la compasión y la benevolencia, que serán antídotos eficaces contra el terror a morir.
MUERTE CRISTIANA
"Porque la intención de la carne es muerte; mas la intención del espíritu, vida y paz" (Romanos 8:6). 
El Espíritu clama a la vida pero el cuerpo mira hacia la muerte. Para ver el Ser real inmortal que habita en nosotros debemos empezar en vida a mirar más allá de la materia y de la carne, desprovistos del ego que oculta nuestra naturaleza divina. 
Cristo lo dejó muy claro.Y lo manifestó no solo apelando a la fe sino al acto sublime del amor compasivo y universal: "Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, está en muerte". ( 1 Juan 3:14). 
La muerte nos lleva al Padre y nos hace Uno con Él... y a todos en Uno. Es la esencia última del Tránsito en este "Valle de Lágrimas". 
Somos un difuso y lejano reflejo de la plenitud final que nos espera si sabemos vivir la vida con fe, amor y humildad. 
Muchas bendiciones a todos.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, pues si, hay que hablar más de la muerte. La gente rehuye hacerlo, sin embargo forma parte de la vida. Y es bueno hablarlo, porque el momento nos llega o llega al aser querido en cualquier momento. Interesante articulo.
Hay que aprender a saber morir, y tambien, hay que dejar ir al ser que sufre, no mantenerlo aqui.
La vida sigue, en el más allá. Asi lo pienso yo. Un abrazo

Ricardo Tribin dijo...

Maestro querido, que post mas excelente, como todos los tuyos. Te aprecio y admiro muchisimo.

Ricardo Tribin dijo...

Maestro querido, que post mas excelente, como todos los tuyos. Te aprecio y admiro muchisimo.

RosaMaría dijo...

Una maravilla tus palabras, filosofía, amor y sabiduría para enfrentar el paso más importante de nuestra vida.Un abrazo grandote.

JAVIER AKERMAN dijo...

Gracias a todos por vuestras palabras. Muchas bendiciones.